En ese juego lorquiano de dedicatorias que hay en el Romancero Gitano parece formar parte del divertimento que la persona inspiradora del poema se queda sin la dedicatoria. Así, éste de Thamar y Amnón va para Alfonso García-Valdecasas y aquel mucho más dramático de Muerto de Amor, lo dedica a Margarita Manso.
A la postre se demostraría la clarividencia de Federico, pues la vida de Margarita devino pronto en tragedia por el asesinato su marido, quedando viuda a los 27 años. No parece ser eso lo que se recuerda ahora de la Manso, pues la primera parte de su juventud fue convenientemente novelada, a pachas, entre Dalí y un irlandés con flequillo. Poco se puede hacer ante dos genios del marketing.