miércoles, 15 de agosto de 2012

Felicidad celeste


    «...¡Qué gentío! Llegaba la tropa. Todo nos sobrecogía. La aglomeración humana alcanzaba límites increíbles. ¿Cuántas gentes había en Sevilla? Todo el mundo llevaba en la cara y en la voz la esperanza de una felicidad celeste. Todo el mundo invadido por una prisa gozosa. ¡Ver la Virgen! Daban las ocho en la plaza de oro. Se producía un silencio total. Oíamos hasta el paso de la brisa mañanera. Toda la catedral, al sol, era retablo. ¡Allí estaba la Virgen! Sí, sentada como en visita en su sillón de oro. Allí estaba sonriente, mecida con suavidad humana, con el niño de Dios, su hijo, sobre las faldas. Sonreía y aliviaba las penas del mundo. Tía Modesta lloraba...»

JOAQUÍN ROMERO MURUBE. "Pueblo Lejano". Ed. Ínsula. Madrid 1954.

De la misma forma que Ortega y Gasset recordando su infancia malagueña escibiera, yo he sido durante seis años emperador dentro de una gota de luz.... aquí Joaquín Romero nos evoca la gota en la que él imperaba. Ya vemos que en su caso tiene reflejos dorados de la mañana incomparable.