La primera vez que subí a la Torre de Madrid fue en 1999 y en un ascensor (en su época los más rápidos del mundo) coincidí con Fernando Díaz-Plaja. Hacía años que quería subir, pues esta torre y el edificio Capitol fueron mis dos favoritos de la arquitectura madrileña durante mucho tiempo.
A pesar de que mi interés por la arquitectura es estético y urbanístico, en su época la Torre de Madrid fue concebida como un alarde técnico. Acabada en 1957 y con 140 metros de altura, también fue en su momento el edificio más alto construido en hormigón. Ahora que consigo conocerla desde dentro, descubro la modernidad con que se diseñaron en su época los espacios y como se aprovecha la luz tanto en el interior de los apartamentos como en las zonas comunes y distribuidores. La funcionalidad de los interiores pide que la decoración sea mínima y los cuadros innecesarios: cada ventana es un Antonio López... al menos desde el piso 27.
Particularmente impresiona la visión de la Gran Vía. Todo el tramo que va de Callao a Princesa y que paseándolo se nos hace inabarcable, aparece aquí de una sola pieza con la mole imponente del Edificio España. Magníficos los 50 años que cumple la Torre de Madrid, gracias a los hermanos Otamendi. A partir de ahora, siempre que paseando descubramos esta estilizada columna de mármol travertino, la miraremos con otros ojos.
Imagen: Gran Vía desde el piso 27 de la Torre de Madrid
3 comentarios:
Excelente entrada. Pero es que en tiempos de Don Francisco se construía muy bien y duradero, consistente y con fundamento. Tú lo sabes y, al parecer, lo disfrutas.
+T.
Es que Fernando Díaz-Plaja vivía (no se si lo sigue haciendo) en el último piso de la Torre de Madrid.
Este año por cierto ha cumplido 90 años.
Le escuché comentar que odia los ruidos del piso de arriba, así que se fue a vivir a un edificio dónde no hubiera vecinos arriba;: y se fue a vivir casi en el cielo de Madrid.
Como dices, es un magnífico edificio, como todos los de los Otamendi.
Díaz-Plaja debe ser mayorcísimo.
Era verano y bajaba en batín a dejar unas cartas al conserje. En el ascensor nos comentó que fueron los primeros de Madrid con aire acondicionado. Un clásico.
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