sábado, 30 de agosto de 2008

Un cazo en la Embajada


La circunstancia y ventura en que se escribió la novela Rosa Krüger viene a ser, por lo menos, tan interesante como el argumento de la misma. La embajada de Chile en Madrid fue desde el levantamiento militar, amparo de afectos al bando Nacional, y se calcula que unas dos mil personas se refugiaron en las distintas legaciones chilenas en la capital.

En la calle del Prado la embajada se vio desbordada
rápidamente, y el propio domicilio particular del diplomático Morla Lynch, verdadero artífice del acogimiento, da cobijo a 53 refugiados. Cuando surge la fórmula de ir anexando legaciones, el palacete de Castellana 29 se pone bajo pabellón chileno y empieza a recibir evidentes paseables; desde curas y monjas a aristócratas y falangistas. El ambiente al cabo del unas semanas no es difícil imaginar: hacinamiento, falta de víveres e higiene precaria.
Y en medio de toda aquella humanidad pavorida y desocupada,
Sánchez Mazas escribe durante el dia las cuartillas de su novela que les leerá a los demás por la noche. Algunos lo reconocieron después: era el único momento del día en que olvidaban la tragedia en que estaban inmersos.

La
instantánea —no se puede negar— tiene en su simetría algo de pose para el fotógrafo. Todos atienden mientras Sánchez Mazas lee su capítulo. Samuel Ros a su derecha y el conde de Montarco a la derecha de éste, parecen mirar un mendrugo de pan y un vaso de vino.
No sabemos aún que hace el cazo vacío en medio de todos.
















2 comentarios:

enrique dijo...

Cierto, la Embajada de Chile salvó muchas vidas. Creo recordar, hablo de memoria, que por ahí pasó Serrano Suñer después de su increible fuga de la clínica de la calle Cobarrubias.
Bien traida es palabra terrible: paseables.
Absolutamente terrible.

Alfaraz dijo...

Lo de Serrano leo que fue en la de Holanda, pero tanto da.
Y atento al libro de Morla Lynch "Espana Sufre" que narra las peripecias de aquellos años infaustos.

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