Como ya se sabe, Baroja pasó casi toda la guerra civil en París, donde hubo de exiliarse a uña de caballo después de que una partida carlista estuviera en un tris de acabar abruptamente con su brillante carrera literaria. Parece que el episodio ocurrió aquel mismo 18 de julio, y el desenlace feliz habría que agradecérselo en exclusiva —ya que no a la Providencia, tratándose de don Pío— al general Martinez Campos que fue el que intercedió para su liberación. En aquellos tristes meses parisinos de paseos buquinistas a orillas del Sena empezaría a pergeñar esa serie novelesca de Los Saturnales que después de censuras varias (políticas y familiares) se publicó hace cinco años con el título de Miserias de la Guerra en edición de Sánchez Ostiz.
Demuestra Baroja el puntual seguimiento que desde París hace de la guerra narrando casos particulares que conoce de aquel Madrid sitiado convertido en enorme campo de concentración y que le relatarían los amigos que le llegan de la primera línea. Desde la narración de los meses previos a la contienda le da un toque autobiográfico, pues se retrata entre esos personajes del Madrid de las tertulias que aquí le da el nombre de El Club del Papel. Ácrata y feroz antirepublicano es muy conocida su comparación de la República con un tumor o absceso formado por mentiras, que es de desear que lo saje cuanto antes la espada de un militar. Aunque yo me quedo con esa otra metáfora no quirúrgica pero igual de gráfica que he descubierto en este libro, y es cuando dice que lo que más se parece a la II República es la fiesta que acaba en borrachera y después en riña (Pag. 112).
La mitad del libro puede leerse en su versión digital en la página de Scribd y se puede descargar completo, incluyendo el interesante epílogo —aquí posfacio— de Sánchez Ostiz por un precio módico. Al que se le ocurrió la fórmula sabía lo que hacía, pues esta lectura nadie va a poder dejarla a medias.
Como la serie de Desastres de la Guerra de Goya o los grabados del mismo tema de su propio hermano Ricardo, en las escenas del libro se va alternando tragedia e iniquidad sin que falte algún resquicio para la ironía.
«Un cuento que se hizo clásico fue el del suicida. Un señor desesperado se arrojaba al paso de un tranvía. El conductor paraba a tiempo, bajaba y le preguntaba
—¿Por qué hace usted eso, hombre?
—Porque quiero morir.
—Pero eso es muy fácil, grite usted "¡Viva la Falange!" y lo conseguirá fácilmente.
Entonces el suicida pensaba en dónde podría dar con más eficacia aquel grito para cumplir sus deseos. Se iba a la casa de la CNT, abría la puerta violentamente y gritaba: "¡Viva la Falange!" Entonces uno de los compañeros se le acercaba amablemente y le decía: No grite usted mucho amigo mío, porque el portero es antifascista».
Pío Baroja. MISERIAS DE LA GUERRA. Ed. Caro Raggio, Madrid 2006. Pag. 114.
5 comentarios:
Sobre las andanzas -es un decir- de Baroja en París, ver "Españoles sin Fronteras" del habitual Gómez-Santos.
Gracias Enrique, aunque no he encontrado una versión digital de "Españoles sin fronteras" para una lectura de urgencia. Lo mejor de Gómez Santos es que ha contado prácticamente todo lo que sabe.
.
En iberlibros encontre yo la version en papel.
Pero tu sabes mas que yo de esas busquedas.
Por cierto, leo que ha fallecido Carlos Sentis y que hace 90 años de la carga del Alcantara...
Escrita en esa época está también 'Susana', dicen que es obra 'menor' pero siento por ella una abierta simpatía.
A.A.
No he leído Susana, A.A. pero tengo muy buen recuerdo de otra supuesta obra menor de Baroja, que es La Caverna del Humorismo. Todas de Caro Raggio, como está mandado.
Enrique no tenía idea de que el martes murió Carlos Sentís. Y veo con sorpresa que hasta de la Zarzuela han mandado al velatorio una Infanta. O sea, que ha tenido más representación que la boda inglesa del otro día.
.
Publicar un comentario