No se me ocurre mejor manera de sobrellevar la vuelta al trabajo que ir planificando las vacaciones siguentes, de manera que retomamos ese libro de titulo engañoso pues Venecias de Paul Morand es lo menos parecido a una guía de viajes. Más bien una autobiografía que se escribe desde la metáfora permanente y que al principio cuesta coger el hilo porque el autor da por supuestos unos conocimientos de la cultura francesa de la época de los que no disponemos; toda esa cantidad de nombres propios que o bien convierten la lectura en un acto de fe o te obligan a consultar en google varias filiaciones en cada página.
Afortunadamente pronto vienen en nuestra ayuda los lugares reconocibles de la ciudad, y hasta las referencias históricas que vivió Morand en la ciudad nos sirven de pista. Todo narrado desde la distancia, como el que asiste desde fuera a un espectáculo que ocurre entre brumas y con esas descripciones tan cimeatográficas que parecen ser la voz en off de los documentales del Instituto Luce.
«1937.
Desfile de muchachitas con cantidades de cintas de las centurias en el hombro. Los arditi rodean a unos burgueses calzados con botas. Las borlas negras y sedosas de los feces brillan al sol. Es la movilización civil, la adunata de las cinco de la tarde. Vanguardistas y balillas se sitúan en unos cuadrados dibujados con tiza en el suelo de los campi como peones de ajedrez. El chofer se detiene en pleno campo paduano para ponerse su camisa negra antes de entrar en Venecia».
Paul Morand. VENECIAS. Ed Trieste. Madrid, 1985 (Pag. 144).
La fotografía corresponde a una sfilata di avanguardisti de 1936 y procede de los fondos inagotables del Archivio Storico Luce.
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