sábado, 3 de septiembre de 2011

Sin noticia de Leoncio Pancorbo


Costumbre inaugurada hace unos años, el final del verano acarrea la correspondiente lectura de libro de refugiados en embajadas durante la guerra civil que, a punto de convertirlo en un género literario, ya tiene estantería propia. Refugiados y amparadores, en la casa del encargado de negocios de Chile, Carlos Morla Lynch escribía todo el mundo y los diarios del hijo quieren evocar a los del padre sin llegar a su interés ni en forma ni en contenido. Para colmo de fagocitaciones los diarios de guerra de Morla Vicuña se incluyen en el mismo volumen que los Infomes Diplomáticos del padre. Con todo, si obviamos algunos comentarios propios de hijo del jefe (arquetípico pollo-pera de la época) siempre se saca algo interesante de su lectura, aunque sea los partes de guerra.

Nos detenemos en la atención que presta a José María Alfaro que pasó bajo pabellón chileno casi toda la guerra, de la embajada en Prado 26 al decanato en Castellana 29. Para entonces, el joven Alfaro ya era premio nacional de literatura (1933) y su compromiso político lo había colocado en la mirilla de algunos fusiles. Sabe ganarse la simpatía de toda la familia Morla, que a pesar del encierro parece que se lo rifan para llevarlo de una soirée a una merendola sin reparar en bombardeos. Puede que ese fuera el motivo por el que el propio Alfaro no escribiera nunca el correspondiente libro con la experiencia de su encierro. O puede que, entre un plato de lentejas y el siguiente, ya estuviera pergeñando el Nuevo Estado


«9 de julio de 1938.

El que mantiene la moral y está a cargo de todo es José María Alfaro, amigo de Federico García Lorca, muy inteligente, amplio de criterio, muy avanzado. Charlamos mucho tiempo juntos, coincidiendo mucho. Me admira ver la actitud noble y elevada de este muchacho.
Todos los de aquí como los de allá somos españoles -me dice-. Hay que perdonar y llamar a nuestros enemigos para que nos ayuden a construir la nueva España. Es indiscutible -añade- y admirable la resistencia de esta gente. Yo lo reconozco.
Y en su rostro muy pálido se dibuja tristemente una bondadosa sonrisa. Me gusta este personaje. Sólo pienso en "estos españoles de aquí" le han matado a su novia ¡por no decir dónde él se escondía! ».

Carlos Morla Vicuña. DIARIOS DE LA GUERRA CIVIL. Ed. Espuela de Plata, 2010 (Pag. 444).







2 comentarios:

enrique dijo...

Morla Lynch, descubierto por servidor en Las Armas y las Letras de Trapiello.

Bremaneur dijo...

La novia se llamaba Carmen Cabezuelo.