miércoles, 6 de junio de 2007

Escrito a cada instante


Ha muerto
acribillado por los besos de sus hijos,
absuelto por los ojos más dulcemente azules
y con el corazón más tranquilo que otros días,
el poeta Leopoldo Panero,
que nació en la ciudad de Astorga
y maduró su vida bajo el silencio de una encina.
Que amó mucho,
bebió mucho y ahora,
vendados sus ojos,
espera la resurrección de la carne
aquí, bajo esta piedra.

Este epitafio que conmueve lo escribió para sí Leopoldo Panero. De memoria me lo aprendí hace casi 15 años, que son los que rastreo la obra de este olvidado poeta muerto.
Olvidado digo, y oculto bajo todas las etiquetas posibles: comunista primero -amigo de Vallejo-, franquista después; "la caterva infiel de los panero, los asesinos de ruiseñores" diría Neruda. Y también padre de tres hijos, que de acribillarlo a besos podrían haber pasado a acribillarlo a balazos si no fuera porque el hombre tuvo el tino de morir antes de asistir al devenir de su prole.
La descomposición familiar en clave de odio al padre fue minuciosamente analizada en dos -por otra parte- magníficos ejemplos de cine documental español El desencanto (1976) y Después de tantos años (1994).

Intimista, lírico sin caer en romanticismos y al que se podría clasificar en la mejor tradición castellana. A ratos cantor de la maragatería.
La semana pasada leí que Andrés Trapiello ha editado de nuevo el primer poemario del primer Panero poeta. El Panero original, el que no iba de maldito. Yo ya tengo el libro y para su lectura convoco a mi abuelo materno (primo de Leopoldo Panero) al que tampoco conoci. Asi, qué facil es sentirse más cerca de ellos que de muchos coetáneos!




Imagen: Leopoldo Panero y José García Nieto.

3 comentarios:

Terzio dijo...

Entre los Himnos del Breviario en castellano, pusieron un par de poemas de Panero. Hay uno que me afecta, aunque no está completo, lo conozco íntegro en su original. Ahí llenas un fragmento:

"No sé de dónde brota la tristeza que tengo/...lo mejor de mi vida es el dolor, Tú sabes.../...Sobre el ave cansada del corazón que posa/su vuelo entre mis manos para cantar, Dios mio/...Haz de mi pecho un lago de clara mansedumbre./¡Señor, Señor! Desata mi cuerpo maniatado."

Ya te digo que me "afecta".

+T.

E. G-Máiquez dijo...

Oh, enhorabuena por el ilustre pariente. De casta le viene al galgo.

Anónimo dijo...

minuciosamente analisado? El Desencanto habla much si lo prestes atención