He tenido la impresión que este libro del Teniente Coronel Eduardo Pérez Ortiz, representa el eslabón perdido de aquella literatura de cautiverio tan propia del Siglo de Oro y de la que participa en cierta medida hasta el propio Cervantes con algunas de sus Novelas Ejemplares. Pero si de aquello nos quedó la idea de la aventura orientalizante, de este relato descarnado nos queda el dolor de la tragedia; testimonio de primerísima mano y mítico entre los interesados en la historia de España en África.
Leído a día de hoy puede que la máxima aportación del autor, sea la visión que nos ofrece de aquellos rifeños que lucharon en su terreno contra las tropas de la España del Protectorado. Después de sufrir en carne propia el Desastre de Annual y salvado milagrosamente de la muerte, Pérez Ortiz es sometido a año y medio de atroz cautiverio cuyos pormenores va anotando con su cabo de lápiz en papeles de rebusca. Aquí se rompe el mito (muy contemporáneo, por otra parte) del buen moro, o moro amigo y nos describe las crueldades y sinrazones de aquella efímera república del Rif. Aquí —es una pena— no cabe la leyenda del noble abencerraje. Y hay que destacar que todo eso nos viene narrado por uno de aquellos militares de ideas avanzadas que en su madurez, ya durante la II República, llega a ser alcalde de Ceuta por el partido Radical-Socialista.
De este libro hasta hoy agotado y que ya podemos disfrutar en oportuna reedición se aprovecha todo —fotografías inéditas incluidas— excepto las prescindibles páginas introductorias. Si quieren saber la razón que tenían aquellas voces que nos llegaron hace unos años desde la más rancia progresía reclamando indemnizaciones y compensaciones sin cuento para el pueblo rifeño, aquí pueden hacerse idea del origen de todo aquello. Y el que quiera leer que lea.
5 comentarios:
No conocía el libro, gracias por traerlo aquí. Saludos.
Ni yo (para variar)
Empecé viniendo por eso, porque nunca conozco lo que tú nombras, para encontrar eslabones perdidos que tú buscas por mí.
Ahora ya vengo hasta a saludar;-)
Pues eso: salu2 y gracias.
(Lo malo es que se me amontonan los deberes...)
Me está gustando una barbaridad. Don Eduardo escribe con una soltura increíble y desgrana sus misterios dolorosos esquivacando las auto-compasiones, la campaña anti-gubernamental, el convertir su historia en una de buenos (o de malos) y... naturalmente el síndrome de Estocolmo. Sin retóricas colonialistas ni patrioteras y en medio de los sufrimientos más espantosos, el autor nunca pierde su fe en España y en su empresa civilizadora.
A uno le resulta difícil de creer que todo aquello pasara en aquella época que presumía de civilizada. Y esa España nos parece más negra que nunca dejando a su suerte a tanto soldadito (y cantinera) en esas numancias rifeñas.
Muy atinadas observaciones, D. Henry. Pérez Ortiz; ejemplo de integridad sin moralinas.
Así da gusto seguir encontrando eslabones, para Olga o para Angelus.
.
Tomo nota, que sabes que me gusta a mí ese tema.
Desde Cervantes y su durísimo cautiverio, tan bien plasmado por Julián Marías en su "Cervantes clave española", pasando por esta crónica del cautiverio después de Monte Arruit hasta llegar a Pérez-Reverte y sus Corsarios de Levante.
Publicar un comentario