De la querencia de Fernando Zóbel por Sevilla siempre recordaremos la manera en que nos hablaron de él alguno de los —por entonces— jóvenes pintores que lo trataron en los años 1970 y entre los que ejerció un magisterio más o menos reconocido. Eso, y el hacernos una abstracción tan asequible y pedagógica pues el proceso en el que llevaba los paisajes al lienzo nos lo documentaba con fotografías y anotaciones de manera que más que desentrañar el misterio de la creación, hacía surgir uno diferente: el del orden y la simplificación de la belleza.
Otra primavera —ahora hace 20 años— se celebró en la Torre de los Guzmanes de La Algaba una exposición en la que se mostraba el cuaderno de artista del que vienen aquí unas páginas, y ya vemos que lo que anotaba Zóbel no eran ni los espacios abiertos ni los grandes edificios. Más bien un muro de la calle Agua, la rama de un magnolio o el paisaje de velas de la calle Tetuán. Atento siempre al detalle con la morosidad del enamorado de la ciudad, ahora comprendemos como llegó a poner casa en Sevilla.
Uno todavía se recuerda, en moto, camino de La Algaba, pero sobre todo, que a partir de entonces (aquí no caben ni versitos ni dudosas letras de sevillanas) la primavera sevillí siempre ha ido unida al cuaderno de apuntes de Fernando Zóbel.
1 comentario:
Estuve hace dos semanas un fin de semana entero en Sevilla y paseamos mucho. El sabado noche nos perdimos por ese callejon del agua. Que ganas me entran de buscar una excusa e irme un dia de primavera por esas callejuelas mas desconocidas del centro tipo calle Feria, Torneo, Plaza del Museo, etc
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