domingo, 6 de marzo de 2011

Xenofobia retroactiva


Ya se sabe que los niños y los borrachos nunca mienten, aunque es de sentido común que se pueda empapelar (acepción 3ª) al que se le ocurra conducir pasado de copas, convertido en peligro público al volante, por ejemplo. Pero ocurre que la actual political correctness pretende similar reproche, o peor, para el que en las mismas circunstancias de intoxicación etílica se ponga a dar vivas -según a quién- en la barra de una boite. Todo esto se agrava en los últimos años, cuando es casi imposible que alguien no lleve encima un adminículo (acepción 2ª) que nos permita grabar esa escena del prójimo en situación comprometida, de manera que ya no recordamos cómo podíamos salir a la calle sin achiperre (pendiente de aceptación por la RAE) que recoja el testimonio.

Pensaba esas cosas ayer mientras leía lo que sigue en el libro de memorias del periodista barcelonés Carlos Sentís, proteínicas en lo que cuentan, aunque siempre tengamos la impresión de que cuenta la mitad de lo que sabe. El protagonista de la anécdota es el gran (en ambos sentidos) José María de Cossío, a quién ni sus múltiples saberes ni su golpe de Academia le impedía decir lo que pensaba, aun a riesgo de escandalizar a Dolores Moya. Estamos en la casa del doctor Marañón en 1943, por lo que no hay peligro de grabaciones móviles.

"...[José María de Cossío] era y quería ser un español incontaminado. Conseguía hacer enfadar a la encantadora doña Lola, la mujer -además de secretaria y eje familiar- del doctor Marañón, diciendo que para él los extranjeros no eran propiamente personas. Añadía que se quería morir sin haber pisado el extranjero, porque la vida es demasiado corta como para malgastar el tiempo. Creo que lo consiguió. "

Carlos Sentís. MEMORIAS DE UN ESPECTADOR. (Ed. Destino, Barcelona 2007). Pag. 172.


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3 comentarios:

enrique dijo...

Fuente inagotable de sucedidos fueron aquellos años y aquellos personajes.
Cuenta Gómez-Santos -como bien sabes- que la primera vez que fue a comer en casa de Marañón estaba también José Mª de Cossío que pontificó lo que quiso bajo la sonrisa amable de Marañón y su mujer. Eso si, exigió para él solo todo el socarrat de la paella de aquel día.
Hace pocos días terminé de leer el libro sobre Pepín Bello, lleno de jugosos sucedidos y personajes. Ahora estoy con el recién editado -reeditado- diario del crucero meditarráneo de Julián Marías.
Quiero hacerme con la biografía de Sánchez Mazas que nos proponías hace semanas. Ahora nos ofreces este igualmente sugerente.
La realidad supera a la ficción, no me cabe duda.

Pero para ya, por dios!!

Joaquín dijo...

Esa opinión de Cossío debe ser cosa del talante español (¿aislacionista, autárquico?).

En cambio, los ingleses, no sé si también va con el tipo, tienen fama de viajeros curiosos e impertinentes.

Y del clásico: Navigare necesse est, vivere non est necesse.

Alfaraz dijo...

Enrique, si paro me caigo. Ya no se puede.

Lo de Cossío no creo que fuera por aislacionismo ni por autarquía, más bien provocación. Pero tampoco se podría asegurar...



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