La obra de Ramón de Basterra (Bilbao 1888-Madrid 1928) hay que hervirla a fuego lento para destilarla de bizkaitarrismo. Después de pasada por el serpentín se deja enfriar y se guarda en frascas de medio litro que hay que degustar siempre en trago corto. Precursor, vidente y protofalangista, el corpus basterriano arrastra todos los marbetes para mantenerlo oculto bajo las siete llaves.
Con todo, hace hoy noventa años que Basterra pronunció en el Ateneo de Sevilla —imagino que en la calle Rioja— aquella exaltación de Trajano, primer conquistador español y fundador de Oriente. La llama con que Trajano incendia la Dacia en aquellas hogueras romances ganándola para Roma, la portaría en una lucerna desde la Bética, por lo que cabe suponerla alimentada con el aceite del valle del Guadalquivir.
Antes que Cortés y que Almagro, Basterra reivindica para Marco Ulpio Trajano el equlibrio en la conquista, el contrapeso entre el coraje y el pensamiento, entre las armas y las letras, que es el equilibrio que mantiene simbólicamente en pie la columna del Foro.
Rizando el rizo, reconoce en el italicense características netamente hispanas como serían la delicadeza y el culto a la madre, y en un probable rapto de localismo meridional, como queriéndose ganar el fervor del auditorio, llega a decir que hasta el busto de Trajano del museo del Capitolio en Roma tiene toda la cara del torero Lagartijo. La crónica de la conferencia aparecida en El Pueblo Vasco el 8 de mayo de 1921 no nos confirma si Ramón de Basterra llegó a salir a hombros del local.
2 comentarios:
No sé si un aire taurino, pero el Menda siempre ha visto en la faz trajanea algo inconfundible y auténtico. En su enérgico feismo hay un realismo que convierte a sus antecesores y sucesores en máscaras o espectros.
Antes de leer su reseña uno pensaba en mayorales, capataces y demás organizadores de cortijo. Ahora ya no sé a quién compararlo.
Por lo demás ese aceite bético tiene que ser astigitano suministrado por Melissus o Peregrinus, los amos del cotarro oleícola.
Y no sabemos que tiene en contra del Gran Pizarro.
Don Henry,
en verdad, en verdad le digo que el Trajano del Capitolio es talmente un manijero carrosaleño. Y Lagartijo, uno más entre los Antoninos.
Lo de la delicadeza y el culto a la madre, según y como. Pero tan pequeña elucubración (comparada con otras) no se la pienso reprochar a micer Basterra.
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