domingo, 31 de agosto de 2008

Moss, mon amour

A propósito de una estatua de oro. (O de cómo nuestro clásico se pudo adelantar 400 años a una noticia).


En crespa tempestad del oro undoso
nada golfos de luz ardiente y pura
mi corazón, sediento de hermosura,
si el cabello deslazas generoso.

Leandro en mar de fuego proceloso
su amor ostenta, su vivir apura;
ícaro en senda de oro mal segura
arde sus alas por morir glorioso.

Con pretensión de fénix, encendidas
sus esperanzas, que difuntas lloro,
intenta que su muerte engendre vidas.

Avaro y rico y pobre, en el tesoro,
el castigo y la hambre imita a Midas,
Tántalo en fugitiva fuente de oro.


FRANCISCO DE QUEVEDO. SONETO 449.
Ed. de José Manuel Blecua ( Madrid 1969, Castalia).
(A EFECTOS VARIOS DE SU CORAZÓN FLUCTUANDO EN LAS ONDAS DE LOS CABELLOS DE LISI)





3 comentarios:

enrique dijo...

Quevedo es único y absolutamente genial, aunque como persona era poco recomendable.
La Moss da el tipo de canalla, así que es de un morbo insuperable.

Morgenrot dijo...

Hola poeta, haciendo referencia a la " hermosura" de letras que me enviaste. Gracias, eres un cielo.

Cielo , no se si lo fue Quevedo o lo es la Moss , aunque no dan el prototipo, no.

Ahora bien, la poesía del clásico si que te lleva a las alturas, y entre ícaro y Midas se adapta perfecta a los hechos.

Gracias por tu ingeniosa combinación.

Alfaraz dijo...

Ah Quevedo! No se porqué, pero me parece tan contemporáneo como la Moss.

Querida Mrgrt...tú siempre tan amable !

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