Como uno de aquellos cuadros de Gerardo Delgado que recuerdo, habrá que imaginar al abasí Al-Mutamid (1040-1095) mitad personaje histórico, mitad leyenda cultista completada por los siglos.
De lo que parece ser cierto que escribió, su canto a la Sevilla perdida, ya desde el destierro a que lo someten los almorávides, nos lo propone como precursor de tantos otros.
Desde la carcel tangerina, el culto monarca no sólo canta con nostalgia a la ciudad amada sino que también -colmo del refinamiento sevillí- lo hace a las cadenas que no le permiten regresar.
Se enroscan en mi pierna como una víbora;
Me muerden con dentelladas de león.
¡Mira, aunque tus grilletes estuviesen cubiertos de pelo,
mis palmas y mis muñecas arderán!
Yo era aquel que con su riqueza o con su espada
llevaba a los hombres al Paraíso o al Averno.
¡Dios decrete en Sevilla la muerte mía,
y allá se abran nuestras tumbas en la Resurrección!
Puede que absolutamente nadie haya recordado que hoy el poeta dejó la ciudad. O puede que algún turista lo haya hecho al ver esta columna en los jardines del Alcazar y comprobar la coincidencia de fechas.
3 comentarios:
Gracias por la efemérides...
¡Cómo han involucionado !
Esperemos que no se cumplan sus deseos de que aquí se abran sus tumbas en la resurrección, ya tenemos el castigo de los gobernantes de esta ciudad en lenta decadencia, sin que hayan resucitado , porque no se marchan ni con agua caliente.
Bonita entrada y curiosa, nunca me había fijado.
Estimado Alfaraz puede ser que el destierro sea un poco "tedium vitae", es como cuando perdemos a un ser querido, que se nos van quitando poco a poco las ganas de vivir.
Pero también es un elemento de al inmortalidad de los grandes como el personaje que alabas en tu entrada, gracias
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