miércoles, 27 de mayo de 2009

El primer Giménez Caballero

Acabaremos por el principio, como es lógico, y recordaremos al joven Giménez Caballero; primero lector en la universidad de Estrasburgo y más tarde soldado en el Desastre del Rif. Ambas circunstancias le dieron -respectivamente- una patina europeista que cultivó hasta el fin y un proceso por difamación tras publicar sus impresiones en Notas marruecas de un soldado. Pero el germen de la vanguardia ya se estaba incubando.
Germen que al microscopio resulta triangular y que -una curiosidad- en cada uno de los tres vértices, actúa nuestro Gecé apoyado en un lugarteniente filocomunista: La Gaceta Literaria, ayudado por Cesar Arconada, el Cine-Club español a pachas con Buñuel y el menos conocido pero que más interesante me parece es aquella tienda-Galería de arte en Miguel Moya 4, donde vendían proyectos de arquitectura racionalista y muebles de la Bauhaus.
Allí lo vemos sentado en su sillón B3 de Breuer y con sus gafas romboidales, dictándonos la medida del arte nuevo que él conocía de primera mano.

Sin desperdicio esta teoría para distinguir lo vanguardista de lo que no lo es. Publicada en 1928, en La Revista de Occidente dentro del ensayo "Eoántropo. El hombre actual del arte nuevo".

"Prueba de los cien metros.
Cando dudéis de si un cuadro, un verso, una música, un ensayo, una escultura o un plano arquitectónico van bien para la nueva sensibilidad, no tenéis más que cogerlos bajo el brazo e instalarlos frente a un rascacielos, un cien metros.
Confrontáis. Y si no se tiran de espaldas, es que casan. Y si no casan, es que se tiran de espaldas.
Lo mismo digo si repetís esta prueba frente a un capó de automóvil, el níquel de una clínica o el duraluminio de un avión.
Sed inexorables: cuando alguno de los vejaminadores se os acerque con su obra petulantemente, no dudéis un instante; sometedle a una terrible prueba de los cien metros, que le desnudará para siempre arrojándole con más vergüenza que Adán fuera del paraíso de las verdades recién conquistadas."








3 comentarios:

enrique dijo...

Giménez Caballero, de principio a fin.
En ese mismo tipo de sillón, en casa de unos tíos mios segovianos, he pasado yo muchos buenos momentos de lectura, disfrutando de la estupenda biblioteca de mi tío. Y esa biblioteca incluía alguno de los libros de EGC.
60 años después, el diseño del mueble era perfectamente moderno.

Alfaraz dijo...

Enrique ¡bien por tu tío!

.

ONDA dijo...

Te paso este enlace del libro ADRIANO DEL VALLE MI PADRE que milagrosamente creo que está todo escaneado.

Aquí se trata de la amistad de ambos.

Un abrazo

http://books.google.es/books?id=_UdEF9g2sDEC&pg=PA113&lpg=PA113&dq=ADRIANO+DEL+VALLE+GIMENEZ+CABALLERO&source=bl&ots=2C6K1ut-nN&sig=M4CQWSZ7hNmDLoHry--tniJ7S00&hl=es&ei=C50jSu6xH528jAekjbzGBg&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=2