Hace cuarenta años abrir una galería de arte contemporáneo en Sevilla, vendría a ser como poner una tienda de corbatas en Marinaleda; una rareza y casi una provocación. Sin embargo esa labor de zapa acaba dando sus frutos, aunque estos se recojan ahora en Madrid, pues la calle Zaragoza 26 se nos apareció como región devastada cuando cruzamos por delante la pasada semana santa.
En este aniversario ella misma nos recuerda que el testigo lo recibió de otra Juana (Mordó), y hay que reconocer que en Sevilla el mérito de la perseveracia lo compartió con Rafael Ortiz que ahora también celebra sus veinticinco años en el mismo tajo. En lo que a mi respecta, a ambos tendré que agradecerles un cierto interés pedagógico.
Ahora descubrimos por la fotografía de Arco 2008 que esta mujer no solo es una reconocida promotora de la pintura, sino que -brocha en mano- también ella misma la practica con cierta minuciosidad. Y el volumen también es importante: los últimos cuarenta años de arte contemporáneo en España se ocultan bajo del cardado de Juana de Aizpuru.
7 comentarios:
Todo un clásico (uso el género neutro con permiso Bibianesco).
De vez en cuando y menos de lo deseado, Sevilla sigue dando frutos en emprendedores que rompen todas las reglas del juego de la ciudad.
Por cierto, la comparación con la tienda de corbatas de Marinaleda aún me está haciendo reír...
La calle Zaragoza tiene una especial atracción para estos artistas arriesgados. De hecho, hay una tienda de ropa nórdica y alemana que la lleva una amiga y es el caso típico de la emprendedora incansable antisevillana y más que sevillana.
Mis reconocimentos a la " distinta señora " de pelo rojo.
Saludos Alfaraz
Me sumo a los admiradores de la tienda de corbata de Marinaleda.
Hace poco estuve en el Macba de Barcelona y me defraudó. Nada que ver con el Reina Sofía. ¿Has ido ya a ver la de Barceló?
Enriques, Morgenrot, propongo una solución de síntesis: montemos una tienda de corbatas en la calle Zaragoza.
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JL.
no conozco el MACBA, así que espero tu opinión. La de Barceló está bien, pero sin sorpresas; previsible.
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¡ Ay, qué me mondo !.
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