Uno lo imagina -suposiciones, desde luego- con cerrado acento catalán y lector en la universidad de Génova a los 22 años, con todos los clásicos leídos y en trance de asimilación. Poco más tarde Juan Ramón Masoliver (1910-1997) en Rapallo en uno de esos pisos que se asoman al mar, más elegantes que cómodos (cinco alturas sin ascensor) y allí amanuense de Pound y recibiendo a los amigos que le iban visitando por temporadas; Ruano corresponsal, Eugenio Montes, Samuel Ros, Ridruejo...
Ya en su ancianidad de polígrafo sapiente, en su última entrevista para la revista Ínsula le llaman el último vanguardista, y recordaría que tuvo que empezar por conocerse todo el Dolce Stil Novo como si se tratara de unos amigos a los que les traduce los versos, los pule y los abrillanta.
Sigue pendiente de estudio detallado la experiencia rapalense de Masoliver, así como la posterior correspondencia inédita con Pound en la que parece que éste manifiesta sus mejores deseos de victoria para el bando en el que lucha su antiguo secretario.
Su obra posterior de critico literario, entre otras cosas, se puede consultar en la versión digital del diario La Vanguardia, y de momento nos podemos quedar con este recuerdo que se le dedicó hace unos meses. La fotografía de Masoliver y Ridruejo, de mediados los años 1940 pertenece también al archivo del diario barcelonés.
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