domingo, 12 de septiembre de 2010

Rothko en Madrid


Nos paseaban la noche del sábado por el centro de la ciudad en vela mientras nos comentaban lo fácil que resulta datar la obra de
Mark Rothko (1903-1970) atendiendo tan solo a las tonalidades de sus cuadros; de los dorados resplandecientes de los primeros 1950 a los grises y malvas de finales de los 1960 que anticipan su muerte. El propio artista reconocía el ejercicio de su pintura como expresión una búsqueda religiosa y eso es lo que llevará a sus cuadros a la simplificación máxima.
Como una evidencia que encierra varias sutilezas, hay que asomarse a estas telas y apreciar las decenas de capas sucesivas de fino óleo que van configurando esos cambios de tono que de lejos pudieran parecer brochazos.

Lo más cerca que estuvo Rothko de Madrid, ya que parece que no la visitó nunca, fue en la exposición antológica que en 1985 trajo la
Fundación Juan March a la calle Castelló, y las dos únicas obras de Rothko en colecciones públicas de Madrid están separadas solo por 850 metros (Google Maps dixit) ; arriba Orange, Plum, Yelow de 1950 (óleo/lienzo 177x101) en el Reina Sofía y abajo Green on Purple (mixta/lienzo 258x229) de 1961 en el Thyssen. Aunque es bien sabido que otra media docena se reparte por la capital entre destacados coleccionistas, casi todos ellos, curiosamente, miembros de lo que Baroja llamaba -cargando la suerte- pueblo elegido del Señor. Lo cual no deja de ser un síntoma, desde luego.






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