sábado, 30 de abril de 2011

Rojo y negro


A pesar del título, avisamos que no se hace aquí ninguna referencia literaria sino plástica, consecuencia de que nos hayan enseñado ésta arpillera primigenia de Gustavo Torner. Un día cualquiera de 1961 la compone sobre el cáñamo tensado de 60x50 centímetros, con óleo, látex y feldespato. Y en seguida me ha recordado a Manuel Salinas cuando dice que lo importe en la pintura no es la temática -interpretable- ni el mensaje -tan voluble- sino la fuerza.

Pero, imagino ha habrán sido esos dos colores los que en éste caso nos han llevado a Gecé, pues en un texto suyo de 1927 ya podemos encontrar clara apología de toda obra que no tiene la figura como referencia. Aunque Giménez Caballero se refiere a un cartel publicitario, ya vemos que el nombre de Klinger resulta perfectamente intercambiable por Torner o por Salinas.

«Hoy, un cuadro de historia, un paisajito, un aguafuerte, un tío fumando en pipa en un escorzo, nos dejan, si no helados, indiferentes. En cambio, unos manchones arrebatadores, anestesiantes, de Julius Klinger, pegados en una tapia de un suburbio [...] nos sugiere en el acto un mundo de apetitos, de vanidades, de delirios, de calenturas impagabes. [...] El sortilegio de unas llamaradas cromáticas sabiamente repartidas, y he aquí de nuevo al pueblo conducido por el desierto como por la voz de Moisés».

Ernesto Giménez Caballero. CARTELES. Ed. Espasa Calpe, Madrid 1927.








1 comentario:

enrique dijo...

Fuerza tiene, sin duda.

Y Gecé también.